Un accidente inesperado en las fiestas de La Mercè
Era una tarde bastante soleada en que me acompañaban a casa Lorena y Carlos. Entonces me comenta Lorena – Vamos a una cafetería llamada La Mercè. Yo ya había estado en esa cafetería, además me puse algo tenso y la verdad es que le respondí lo que me parecía más idóneo, que me habían castigado sin salir, estaba cansado y agotado pero aún así les dije que quizás les llamaría. Llegué a casa gritando como siempre un gran ¡Hola! en la entrada, nadie contestó, hasta que yo me medio acosté en el sofá y puse los pies encima de la mesita de estar. Entonces, apareció mi madre con esa mirada tan dulce y matadora, interpretándola yo como una simple advertencia para que sacara los pies de la mesa. Como siempre me interrogaba ella, con simples preguntas tontas con sus correspondientes respuestas lógicas, preguntas como: ¿Qué tal? ¿Con quién has venido a casa? O la que para mí gana el Premio Novel ¿Quién es tu novia? Seguido de nombres de amigas: es Laura Marta Cristina Sara Marina la vecina o Lorena, siempre te veo con Lorena, se fue a la cocina tras su interrogatorio rutinario, suena el teléfono y mi madre espera a que yo, pobre desconsolado y cansado coja el teléfono, lo cojo y me contesta un hombre con voz rasgada, que me pregunta por mis padres, chillo a mi madre, para que yo el pobre desconsolado y cansado no me tenga que mover, seguido vino ella tan rápida y veloz que ni la vi venir – ¡Quita niño! Decía ella con todo el cariño del mundo. Me acuesto en el sofá, pero entonces, veo esa cara de preocupación tan rara que pone mi madre, cuando hay un problema grave por medio- Si… Ya veo, ya…Intentaré que no vuelva a pasar… ¡Adiós y gracias! Entonces ella me pregunta- Pero… ¿Qué has hecho hijo? ¿Qué has hecho…? Era imposible que ella lo supiera, nadie lo sabía… Nadie sabía lo que paso en las fiestas de la Mercè…
Estaban todos mis amigos y la mayoría de ellos iban borrachos, yo uno de los que más, había bebido unos cubatas y unas cuantas cervezas. De repente llamó mi madre, ya era la hora de irme a casa, pero nadie podía acompañarme, así que me fui solo. Yo no sabía lo que me iba a suceder y quisiera volver atrás para que no sucediera. Recuerdo que en la llamada de móvil mi madre me dijo que ya era tarde, más o menos las 2 de la mañana, y por esas horas iba yo, caminando como un pato mareado, me senté en un banco de una rambla muy larga, larga, larga…De la que no recuerdo el nombre y me puse a contemplar un cartel de Bazar que ponía: Todo a un 1€, empecé a reírme solo, mientras me reía ruidosamente una mujer mayor paso rápido mirándome con sorpresa, yo le chille: ¡Que no estoy loco, señora! La mujer corrió mas rápido, parecía asustada y yo me reía a carcajadas, me levanté del banco y seguí mi camino hacía mi casa. Y más ligero de piernas y de mente, me metí por una calle algo estrecha de acera, seguí todo recto, me encontré a mi ex novia Marta, le saludé de pasada y seguí caminando, cometiendo el peor error de mi vida, cruzar esa calle, a parte de que fuera esa calle, estaba en rojo, casi me atropella un Alfa Romeo rojo, llevaban la música tan alta que ni escucharon el chillido ridículo que llegó a salir de mi boca “gracias a dios”. El coche paso a tanta velocidad, que no me dio tiempo ni a insultarles. Al pasar por el hotel AC un hombre salía trajeado de unos 50 o 60 años que me miraba con desprecio, yo pase por delante de el con pavoneo y el hombre saco una sonrisa y hablo-Joven tenia que ser… Seguí andando furioso por lo que me había dicho ese hombre, giré una calle a la derecha y pensé en que nadie me tenia por que hablar así y fui a por el, siempre veré como corría rápido hacía el hotel AC, furioso, con mirada firme, decidido, algo me paro en seco, creo que fue al ver que le acompañaba otro hombre, ese hombre tendría unos cinco o seis años más que yo, era alto, algo ancho de espalda, moreno, sus ojos azules miraban temiblemente con frio y su piel morena era como el café recién molido. Todo estaba en silencio hasta que el hombre mayor hablo-¿Qué quieres? Decía el pausadamente y el joven respondió- No seas estúpido… Ya sabes a que he venido… Se le veía tal odio en sus ojos, que preferí medio esconderme y esperar a que terminaran de hablar. El mayor comenzó a contestarle de manera agresiva y provocadora- ¡Venga! Ven, haz lo que has venido hacer…De pronto el joven le golpeaba sin cesar, sus ojos se tiñeron de rojo y yo inmóvil vi entonces ese cuerpo tendido en el suelo, lleno de golpes, sangre y silencio, mis piernas andaban solas hacia mi casa, mi respiración se agotaba y mis ojos se empañaban de un terrible espanto, estaba casado, desconsolado…
Esa llamada se lo ha confirmado a mi madre, ahora ya lo sabe y tengo que contárselo con detalle…
-Mama… ¡No puedo más, fui yo, fui yo!
-¿Qué dices hijo?...
-¡Fui yo quien mató a ese hombre!
-¿Pero de que hombre hablas? Era el profesor de Matemáticas, me ha dicho que has suspendido con un 4.
Ainoa Garcia 1B Bat.
jueves, 8 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
EL peso de la culpa es insoportable. Es bueno, después de tantos textos del asesinato del Hotel, descubrir cosas nuevas.
Publicar un comentario