Clase
jueves, 8 de octubre de 2009

Microrelato

Me miraba con despreció, con tal fuerza que sus pupilas se introducían duramente en mi interior, mis ojos se rindieron ante los suyos, mi corazón se aceleraba, mis manos temblaban, el sudor de mi frente hacia carreras por llegar a mi boca y el terror que recorría mis venas se apoderaba del silencio. Volví la cabeza para no mirar, entonces un niño pequeño que entraba con su madre chillaba, y yo, asustada, miré a ver que sucedía, pero mis ojos inconscientemente no miraron lo sucedido, sino que chocaron contra el desprecio de esa mirada tan distinguida. Me senté sin apartar la vista de su rostro, entonces se levantó bruscamente, yo analice la situación en mi pensamiento cuestionándome que quizás me conocía, sería algo normal, ya que mi madre es peluquera y siempre está hablando sobre mí, o mi padre que es cartero y reparte por gran parte de la ciudad. Estaba aún de pie mirándome, mirándome, mirándome…Su cara empezó a cambiar, en sus labios se dibujo una sonrisa y sus ojos intensos parecían desear algo temible. Entonces el autobús paró, y vi como la mitad de su cuerpo se giraba, dejé de ser su centro de atención dirigía su mirada hacía la puerta, como esperando, pero aun fue más mi sorpresa al ver que me había pasado tres paradas y que tardaría aun más en llegar a casa, me levante, pero al instante mis pies se paralizaron, al ver que me miraba impaciente, no pude moverme, ni un solo paso dieron mis piernas temblorosas, mientras lentamente se cerraba las puertas del autobús. Me senté, lentamente intentando no caerme por el temblor de mis piernas y miré hacia su boca, pronunciaba algo extraño, en voz baja y yo achinaba los ojos sin resultado alguno. Entonces me sonó el móvil, era un mensaje de una amiga, que decía de quedar el lunes para repasar Ingles. Decidí entonces levantarme e ir a la puerta del autobús, esperar de pie para cuando abrieran las puertas y entonces ir hasta mi casa con paso ligero. Así hice, baje del autobús y detrás de mi estaba ese hombre, yo empecé a correr y el me seguía a paso rápido, hasta que pudo conmigo, me agarro fuerte por la camiseta y yo chille y calle rápido al ver que estaba exhausto y que llevaba mi monedero en la mano. El pobre hombre intentó decírmelo, pero pensó que me daría cuenta, al no ser así, me persiguió corriendo, dándome cuenta que el miedo se había apoderado de mí en aquel autobús.

2 comentarios:

Esquince dijo...

Muy usual en el microrrelato la figura del perseguidor. Me gusta mucho el principio.

Esquince dijo...

Por cierto, el texto tiene como algún fallo, porque cuando se pasa el ratón por encima, queda resaltado como si fuera un link...

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